Daryl se sentó en el porche de su casa con el sol aun en el cielo, tiñéndolo todo de rojo. El atardecer estaba llegando a su fin y en menos de media hora la noche lo cubriría todo. Pero durante esos momentos podía permitirse el lujo de sentarse a descansar.
No había sido un mal día. Había conseguido un cerdo a un precio decente y, por primera
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